El latín.
Introducción.
El estudio de latín no está de moda en la actualidad pero tiene importantes ventajas culturales y prácticas.
- La mejora de la arquitectura mental del lenguaje: al ser un idioma muy estructurado se favorece que el individuo organice más eficazmente sus instrumentos lingüisticos.
- La mayor facilidad para estudiar las principales lenguas románicas que derivan del latín, en orden de hablantes: español, francés, portugués, italiano, rumano y catalán, aunque la lista es más larga.
- El conocimiento de la etimología de numerosas palabras: en especial del derecho y las ciencias.
- La apertura a los documentos y las obras de cultura clásica y del pasado: en especial la Antigüedad, pero también de la Edad Media, Moderna y Contemporánea, pues sigue siendo la lengua oficial de la Iglesia católica, para el estudio de la Historia, el Arte, la Literatura, la Filosofía, la Teología, la Ciencia...
ORÍGENES Y EVOLUCIÓN DEL LATÍN.
La lengua latina es el idioma de la Roma antigua y de los territorios del Lacio. Gracias a la expansión del pueblo romano el latín llegó a todo el mundo entonces conocido y se convirtió en lengua predominante de Europa occidental. Se ha empleado el latín en la enseñanza superior y en las relaciones diplomáticas hasta el siglo XVIII y sigue siendo la lengua universal de la Iglesia Católica.
No era lengua nativa de Italia, sino que en tiempos prehistóricos el latín fue traído a la península Itálica por unos pueblos que procedían del norte. El latín pertenece a la familia de lenguas indoeuropeas y es miembro de la subfamilia itálica; por otro lado es el antecedente inmediato de las actuales lenguas románicas. En el conjunto de las lenguas indoeuropeas, que no eran itálicas, se encontraba relacionado con el sánscrito y el griego, y con las subfamilias céltica y germánica. Una vez introducido en Italia fue el dialecto de la región de Roma.
Las lenguas itálicas están constituidas por el grupo latino al que pertenecieron los dialectos falisco, latino y algunos otros dialectos, y por otro lado el osco y el umbro menos documentados.
Las primeras inscripciones en latín son del siglo VI aC, en tanto que los primeros textos escritos son ligeramente anteriores al siglo III aC. Sufrió la influencia de los dialectos célticos del norte de Italia, de la lengua etrusca, que no era indoeuropea, y se hablaba en el región central de la península Itálica, y del griego que se hablaba en el sur antes del siglo VIII aC. Bajo la influencia de la lengua y la literatura griega, que se tradujo al latín ya en la segunda mitad del siglo III aC, se convirtió en una lengua de cultura con literatura propia.
Latín clásico literario.
Se distinguen cuatro periodos en la literatura latina.
1.- Periodo antiguo. Se fija entre el 240 hasta el 70 aC. En él se incluyen los autores Ennio, Plauto y Terencio.
2.- Edad de oro. Abarca desde el año 70 aC hasta el 14 dC. En este periodo se incluyen los prosistas Julio César, Cicerón y Tito Livio; los poetas Catulo, Lucrecio, Virgilio, Horacio y Ovidio. En esta época la lengua alcanza las más altas cotas de expresión artística tanto en prosa como en verso y permite una enorme riqueza y flexibilidad.
3.- Edad de plata. Va desde el año 14 hasta el 130. Se caracteriza por permitir la expresión retórica y ornamental, así como la concisión y el epigrama, todo lo cual se encuentra en la obra del filósofo y dramaturgo Séneca y en los escritos de los historiadores Tácito y Suetonio, o los escritores Marcial y Quintiliano.
4.- Edad del bronce o periodo tardío. Se extiende entre el siglo II al VI (c. 636), en él se incluye la literatura de los santos padres de la Iglesia, también llamada la Patrística. En aquellos momentos los pueblos bárbaros introducen en la lengua latina numerosos préstamos léxicos y sintácticos; a esta forma del latín se le ha llamado lingua latina opuesta a la lingua romana, que es la forma en que se estudia este idioma.
Latín oral clásico.
La forma culta de la lengua hablada aparece documentada en las comedias de Plauto y Terencio, así como en las cartas y discursos de Cicerón, las Sátiras y Epístolas de Horacio y el Satiricón de Petronio. Se caracteriza por la libertad sintáctica, la presencia de las interjecciones y el uso frecuente de helenismos.
Esta forma culta de la lengua hablada, conocida como sermo quotidianus o coloquio habitual, no debe confundirse con el coloquio popular, o sermo plebeius, que era el nivel en el que hablaban las gentes no instruidas y que se caracteriza por un cierto desprecio por las reglas sintácticas, lo que se traduce en la búsqueda de la simplicidad en el orden de las palabras en la oración, y un gusto por los neologismos.
A ambos niveles de la lengua hablada se les denomina latín vulgar, del que proceden las lenguas románicas, en la época en que ya se había desarrollado la lingua romana, que es la forma tardía del latín. Esto explica que muchas palabras románicas no procedan de un término culto o clásico sino del correspondiente del nivel coloquial popular. Así por ejemplo, la palabra latina equus, que significaba ‘caballo’, cayó en desuso y fue sustituida por caballus que significaba ‘rocín’ y de la que proceden la castellana caballo y la francesa cheval; otro tanto ocurrió con la palabra del latín clásico caput, que significaba ‘cabeza’, que fue sustituida por la vulgar testa, que significaba ‘olla’, de la que proceden la catalana testa y la francesa tête, en tanto que la castellana cabeza deriva de una deformación de la clásica caput.
Latín medieval.
Durante la Edad Media, en Europa occidental las cartas se escribían en latín. Se denomina latín medieval o bajo latín a la lengua latina que se usa en este periodo. Era una lengua viva incluso para la gente no instruida y que no lo hablaba, porque era la lengua empleada por la Iglesia tanto en el culto diario como en los escritos. No obstante sufrió muchos cambios: la sintaxis se simplificó, se adoptaron numerosos neologismos de orígenes diversos y muchas palabras cambiaron de significado. A pesar de eso, el latín cambió menos que el francés o el castellano en este periodo.
Latín moderno o el nuevo latín.
Aparece en los siglos XV y XVI lo que ha dado en llamarse latín moderno. Los autores del Renacimiento dan lugar a una literatura nueva en latín que imitaba el estilo de los autores clásicos, sobre todo el de Cicerón. En aquel tiempo se escribían en latín casi todos los libros de importancia, científicos, filosóficos y religiosos, lo que supone las obras del pensador holandés Erasmo de Rotterdam, el filósofo inglés Francis Bacon y el físico de la misma nacionalidad Isaac Newton, así mismo fue la lengua en que se producía la comunicación diplomática entre las naciones europeas. A finales del siglo XVII pierde su condición de lengua internacional. No obstante, durante los siglos XVIII y XIX aún se conserva como lengua para los estudios clásicos, e incluso se han redactado en latín algunos tratados durante el siglo XX. Todavía hoy la Iglesia católica lo emplea como idioma oficial en sus documentos.
En la enseñanza de esta lengua se han aceptado varias formas de pronunciación que suelen acomodarse a la pronunciación de cada una de las lenguas europeas derivadas del latín, la más generalizada es la que usa la Iglesia católica, muy parecida a la del italiano. Lo que hoy se enseña es una reconstrucción del latín de la época de Cicerón. Hasta hace pocos años la enseñanza del latín en España se consideraba importante para conocer el patrimonio cultural y daba sentido a la enseñanza de la lengua vernácula. Se pronunciaban los nombres propios de forma análoga a como se hace en esta lengua lo mismo que ha ocurrido en otros países, y así el nombre de Cicero se ha pronunciado chíchero en italiano, zizéro y kíkero en español, tsítsero en alemán y sísero en inglés.
En la Antigüedad, el latín poseía menos flexibilidad y riqueza que el griego; su vocabulario era más limitado y menos apto para la expresión de ideas abstractas. Los romanos, que conocían las limitaciones de su idioma, adoptaron numerosos préstamos griegos. La lengua griega es de sintaxis rígida y de dicción ampulosa, posee precisión y vigor, y se ha mostrado a lo largo de los siglos como un vehículo admirable para transmitir el pensamiento riguroso. No en vano, el filósofo alemán Heidegger sostenía que era la mejor lengua para pensar la filosofía.
Su supervivencia ha seguido dos caminos: no sólo el propio latín ha permanecido hasta el presente como lengua literaria, sino que también está vivo en las lenguas románicas que representan la evolución contemporánea del latín vulgar; hay quienes consideran el italiano como el latín actual.
Otras lenguas que no derivan del latín como el inglés o el alemán han incorporado a su léxico préstamos que proceden de aquella lengua, bien de forma directa, bien indirectamente a través del francés o del italiano o de cualquier otra lengua románica. Es una lengua importante no sólo por su literatura, sino también porque al estudiar su evolución se adquiere información general sobre la historia de la lengua y de forma concreta sobre el origen y la evolución de las lenguas europeas contemporáneas.